De cada persona nos quedamos cosas, entre cero e infinito, y nunca sabes si son las que deberías, pero son las que son. En este día esta canción no se me ha podido ir de la cabeza, por las circunstancias, y porque, a pesar de que os pueda parecer una frivolidad en estos momentos, es mi recuerdo. Como tantos otros, de desayunos de chocolate con nata (ai!, el fetge!), de mi primer equipo aficionado al que seguí como un fan.
Un día que fui a su casa y vi el primer maxi de Baltimora, en esa época en que no tienes para comprarte uno y te comprarías cien. Y por mi cara y mis comentarios la siguiente vez que apareció por casa lo hizo con este maxi, con el que batí el record de "ponlo y grábalo".
Cómplice también de bromas con la BSO de 2001. Tardes de Navidad en familia. Cava. Bodas, banquetes y comuniones. Una cerveza en Mallorca. Unas llamadas por su santo. Este año se me pasó, y cuando volvimos de modo indirecto a preguntar, por si nos íbamos a ver en Mallorca, todo ha ido muy deprisa, demasiado deprisa.
A mis aprendices de futbolistas siempre les decía que debían tener en su mente el mapa del campo del partido que estaban jugando. En el mío siempre había piezas que sabía donde estaban, y que le podía tirar un melón y salir corriendo que, si lo mejor para el equipo era que ese balón te llegara de nuevo en condiciones mucho más favorables de como lo dejaste, allí te llegaría. Luego el acabar (mejor o peor) la jugada ya dependía de ti.
Hay gente que siempre está en el mapa, que siempre le puedes pasar un melón, y que siempre te dará la pelota. Y a veces, ni ellos lo saben.
A quien corresponda
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