Esta es la frase que el maestro (que cada uno ponga el significado de maestro que más le guste: que maestro a veces le llaman a cualquier cosa....) Sabina dijo después que 18.000 cantautores le cantaran su "
Calle Melancolia" . Supongo que lo dice a todos, y no creo que le sorprenda, quien más quien menos la hemos cantado a bordo de un coche o en un karaoke cuando aún no ladran los perros del amanecer: todos nos hemos sentado en una escalera silbando nuestra melodia, y el que os escribe incluso ha vivido durante muchos años en un número 7 que luego cambió a un 22, menos melancólico y un poco más animal sacapunta.
Era un crimen de los que entiende el móvil el propio Sabina (pasional, por supuesto) que su gira de Carretera y Top Manta se hubiera quedado en dos días mal contados en unas salitas de Auditori, en las que no cabían ni la mitad partida por la mitad de los personajes de
la del Pirata Cojo. Sólo sé de una tocaya de la Román que consiguió entradas. En seguida se solventó el tema y nos reservó el Sant Jordi, donde encontró restos de Shakira, Serrat, Dylan (¿?) ...
pero se me olvidó de los Eagles!!! Esa la debería apuntar en el debe, pero ya debe tener muchos debes menos perdonables, según me han contando fuentes bien informadas.
Esperó a los tardones, que debido al colapso de la Montaña del Espanyol, no pudieron llegar a tiempo, y se arrancó con un “
Aves de paso”, inédito para mis directos de Sabina, cantado tal vez por la cercanía con esa “nit de Sant Joan” en la que las casquivanas novias de nadie coleccionan canas al aire. Después, el "
Ahora", y una serie de sorpresas por su inesperado, como el "
Contigo", en el que querría acordarse cual Cupido de los pericos abandonados a pocos metros de donde cantaba. Y aunque amarga, la verdad es que la que más sorpresa me causó fue escuchar el "
Mentiras Piadosas", que me dibujó por un momento un mundo color de rosa antes de que la salida hacia LH me obligara a volver al mundo real.
Con
Aves de Paso y
Contigo como sorpresa, solo me faltó la de
Cien Mentiras para completar
mis villancicos sabineros:
Nos sobran los motivos y las
Noches de Bodas ya se esperaban dentro del lote. Pero antes del lote final, aún nos conectaba canciones como
Siete Crisantemos o el amargo robo del mes de abril de la chica de BUP, la madre marchitada viendo Falcon Crest, o del propio Sabina envuelto en un traje gris.
En Pie de Guerra nos puso más en la onda (la Hertziana), pero aunque lo canta, no se puso a hacer las paces con un tal Losantos, sino que siguió con el desangre habitual de los que merecen que, por creerse estrellas, los matén de la audiencia el vídeo, internet o el DVD.
Tal vez con aquel
Yo no quiero, que me recuerda a mis cuarenta (sin un diez detrás aún) principales de La Principal de Camp de l’Arpa, podría matar a estribillazos a tantos que lo daban por muerto, pero muerto o morido cuando le toque, con amores que lo maten en un escenario, sus músicas y letras le recordarán que nunca muere.
Y también recordando que algunas
nubes negras lo pueden retirar de los escenarios, dió paso a sus secuaces habituales, Olga y Pancho a que se atrevieran con unos solos, alternativa que también cedió en los bises a Antonio. Y atacó con sus nombres propios: Abelardo, Eloísa, Magdalena, Soledad...Y atacó con una calle con el número siete que no se olvida, un
Y Sin Embargo que nos envenena mientras nos va cantando o la marcha rockera de un viejo truhán capitán o de aquellos que no pasaban de los 20... Un sinfín de personajes de sus historias que no fuimos capaces de cantar en su totalidad, como admirablemente sí hacía una rubia no platino que se sentó justo delante de la fila de los mancos, reservada por arte de los que hacen páginas web o te sellan un sello al que escribe y sus acompañantes.
Y nos dieron las diez y las once, y sin esperar al azar del verano siguiente, el final del concierto nos llevó a la esperada tanda de bises, en la que apareció una Julieta denunciando a Romeo por malos tratos, una
Princesa que tenía esa forma de hacernos daño, o aquella que nos deja pocos días y muchas noches como un perro ladrando a las puertas del cielo. Cuando aquello empezaba a parecer un concierto de Los Secretos de lo mal que nos trataban las mujeres, Sabina decidió darnos un final feliz a base de la legendaria
Noche de Bodas, sin que al final nos dieran las diez.
Decepción para los que esperaban un Sabina acabado y dando gatillazos. Tal vez sea la última vez que lo veamos (Nunca digas...) pero como todo los que nos pasa, hay que vivirlo como si fuera la última vez que vas a vivirlo... o la primera.