Nos han llegado varias versiones de esta historia, pero en un ejercicio de periodismo veraz, trataremos de dar luz a la realidad.
En eso que un apuesto futbolista de la élite, caminante por los caminos que se hacen al andar, se perdió por alguna plaza de la urbe barcelonesa para asistir a otra más de las numerosas actividades gastronómicas nocturnas por la que se le suele invitar: es un muchacho que siempre queda bien, no te hace quedar mal si lo combinas en otros entornos sociales, e incluso es capaz de entretener a cualquier colega a base de beber cerveza nacional o de importación, o de discusiones metatarsianas sobre la problemática actual de lo globalización aplicada a aquellos casos particulares de “nacionalización-express”.
En eso que, como mandan los cánones, nobleza obliga, y la ocasión la pintan calva, el wei acepta la invitación y corresponde en la medida de lo posible a base del típico detallito que se suele prodigar cuando aparece la respuesta “no tienes que traer nada” a la pregunta “¿Traigo algo?”. El elemento elegido para la ocasión nunca queda mal: te guste o no lo que lleva dentro, las botellas de buen caldo se aceptan siempre aunque no se tenga idea de lo que se vaya a beber (ignoro si es el caso, en este caso hablo por mi) y siempre nos queda aquel recurso de “Ah!! Un vino excelente!!”. Con la cosecha ya no nos atrevemos y siempre nos acordamos de Santa Lucía, para que nos conserve la agudeza de ver casi sin que se de cuenta el regalador, dónde se fabrica ese que dice llamarse “Campos del Señorío de las Tierras del Fresnedo”, que siempre se pone en letra más pequeñita a prueba de los que rondamos los 40, carne de vista cansada.
En eso que la clave del partido, el error de la jornada, la pifia del mes, lo que el ojo no ve, resultó ser el envoltorio de la botella. Suele pasar como los que llevan muchos dineros, que el monedero en el que se llevan es inversamente proporcional en calidad a la cantidad acumulada en caja. Total, que mucho comprar en las bodegas de más renombre del Ensanche Derecho, para llevar luego el recipiente en una bolsa del Día. Y ya se sabe que de tanto reutilizarlas e ir a la fuente , va y el día menos pensado, se toma la bolsa la baja definitiva y a vivir de la Seguridad Social.
Lo que nunca te esperas, es que cuando intentas lucirte con una gracia, siempre acabas manchando a la de más escote y en el lugar menos apropiado, y así fue que en el momento en que nuestro campeón alzaba orgulloso el trofeo (y es que 5 años aguantando que el último título haya ido a otras vitrinas dan para un alzamiento de días de julio), la frágil botella optó por la vía integrista y su contenido decidió cambiar los gaznates de la pareja en cuestión por el parket y rellano del lugar de los hechos.
No ha trascendido la magnitud de los daños, ni las servilletas esponja que el artista repartió por la planta, ni si el vino se pudo aprovechar como parte del retal de una sopa. Tan sólo se sabe que no se conocieron en una estación, aunque bien pudo haber sido camino de Linares-Baeza, que de allí al pueblo sí hay un buen trecho andando…
Y si la veis por LH – Rambla, decidle que le escrito este son.
Yo no sé porque se enfada Javier,
y deja plantada a mi amiga Isabel
y viene a verme con dos copas de más,
y me persigue luego por todo el sofá.
Yo no sé porque el me suele dar
un beso a escondidas en el cuarto de estar.
Y cuando ya no lo puedo parar:
Manos arriba, tu viniste a cenar,
y con sus labios ardiendo, empiezo a guisar.
Y'es lo que yo te digo,
los amigos de mis amigas son mis amigos.
Uh, vaya lío
los amigos de mis amigas son mis amigos.
Versión cuyo parecido con la realidad no se sabe si es coincidencia...
7 comentarios:
Prometido: daré mi versión próximamente, como testigo ocular de los hechos.
De momento, doy fe de dos detalles: el vino era muy bueno (lo atestiguan mis pantalones); y la cena ... ¡Bárbara!
Ya no puedo rehuir mi responsabilidad... jeje!
Al parecer la botella en cuestión se le cayó de las manos al ver a la chica...iba ella en picardía o ligerita de ropa?
Creo que habia Causas Mayores que evitaban el tema, pero cuidado!!! también he leído que había uno que no estaba y que le hubiera encantado que le invitaran.
¿Alguien más para El Club de las Causas Mayores?
Dicen que Brummel se la juega en las distancias cortas.
Si hacemos un ligero ejercicio de memoria, hasta recordaremos un anuncio de algún que otro perfume en el que ella –guapa- deja caer suavemente y con disimulo un pañuelo de seda para oler la fragancia que él –guapo, supongo- lleva extendida por toda su piel para encender, solos en la plazoleta, alguna chispa que otra.
Hubo una vez en el que –el wei referido- quiso hacer de protagonista, pero las circunstancias no fueron las idóneas: recibidor de metro por metro cuadrado, emparquetado, un armario de madera, puerta baño a mando derecha y en frente puerta salón -comedor-dormitorio, ella – guapa, lo único que coincide con el anuncio-, él (o sea, el wei) –resultón a mucho estirar y gracias-, de solos nada (bajo la presión de 6 ojos –sobretodo de 2-) y, nota diferencial de importancia, dos botellas de buen vino tinto - aunque no eran Jean Leon Cavernet Sauvignon cosecha 1997-, Riojas a buen recordar, junto a un Zumosol en una bolsa de plástico que no debería haber pasado el control de calidad.
En cuestiones de infortunios, la amiga mala suerte, mi amiga y mi rival, quiso coincidir en el momento de la salutación, aunque cogió protagonismo absoluto en los instantes siguientes, aquellos momentos en que todavía tienes una sonrisa dibujada en tu cara.
Es aquí cuando lo del anuncio ya es pura fantasía y la realidad coge otros derroteros: el pañuelo, digo una de las dos botellas, no se deja caer: la muy g….. se abre paso poco a poco introduciéndose por el orificio que se origina en uno de los extremos de la p… bolsa. De repente, una ligera sensación de llevar menos peso añadido a la transformación de la bárbara sonrisa en estupefacción, me hacen entrever que algo ha ocurrido. Prefería no mirar al suelo –por varias razones-, pero alguno ya te empieza a mirar más diferente y mis ojos –y mi olfato- ya perciben una mancha enrojecida que se extiende rápidamente por todo el recibidor.
Atónito miré la bolsa, la p… bolsa. Todavía quedaba otra en pie dentro, con el zumo, así que, para evitar otra nueva versión petergabrieliana –Red rain is coming down all over me- propuse a alguien que me salvara de la segunda planta del infierno.
Mi curso acelerado de fregona entremezclado con balbuceos de disculpa se vieron vencidos en algunos instantes por la provocada hipersudoración bajo axilas, de la frente, … ¡hasta mis uñas sudaban!
Ella, cómo no, se ofreció reiteradamente a una ayuda balsámica de solidaridad fregonera mientras me preguntaba por un tobillo esquinzado del que ni me acordaba.
Los 6 ojos seguían mirando – 2 ya estaban más tranquilos- y el amigo ojalancio me echaba capotes a base de acertados comentarios sacando hierro al asunto.
En la plaza, a tirar los restos en el primer container que viera, el aire hizo que me reanimara. A la vuelta conocí el resto de la casa.
Lo demás, ya sabéis, cena de categoría –felicitaciones al chef- acompañado…de una botella de vino tinto.
Sí, lo confieso. Yo también fui a cenar con una Causa Mayor. Mi Causaaa, galopa y corta el viento cuando va al aeropuerto camini-to de Madriiiiiiiiid ...
Chiara, ¿cuántas botellas se le han caido a Álvaro en circunstancias similares?
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