Empezamos el día con la incertidumbre de los trenes, porque hay que asegurar el cuadre de los mismos. Al final, la fortuna nos acompaña, evitamos horas punta, tomamos AVEs del país, y en el horario previsto nos plantamos en Nikko.
Nikko es territorio santo, como una aparición en el bosque Parque Nacional de santuarios budista-sintoistas. Primero te pateas los 2km. desde la estación, pero antes nos refigeramos con la primera comida del día en un lugar poco concurrido por guiris de LH y terrenos anexionados. Nikko es zona interior, por lo que algo de carne entra en el menú. Y una Coke de postre, of course.
Templos? De todos los colores y formas, con todo tipo de barroquidades orientales talladas en madera. En Europa lo levantamos a piedra. Aquí, el trabajo se especializa en detalles artesanos, aunque no quita que los templos puedan tener 7 plantas de altura.
Los nombres hay que buscarlos en la guía: Rinnoji, Taiyuinbio, Futarasan, Toshogu... Con su correpondiente donación a la entrada, sus souvenirs, medallas, etc. Que el misticismo aquí también se cotiza... Alto contenido en color y fauna, y unos dioses vigilantes de templos, guerreros tallados en madera, que bien pueden llamarse precursores del posterior movimiento Manga.
Escaleras, santuarios, purificación, pies descalzos, y mucho sudor y humedad, que en europeo como yo se manifiesta más que en los autóctonos, que parecen inmunes gracias a una toallita que se pasan por la cara continuamente.
Y llega una hora en que sin echarte, van cerrando barracas y te invitan a rehacer camino de vuelta. Llegamos a Tokyo sobre las 19, noche cerrada por estos lares. Pero ello no quiere decir apaga y vámonos, ya que algún barrio de Tokyo de los guays aún sigue vivo. Desde la estación de Tokyo, el International Forum y el barrio de Ginza mantienen sus binding lights de ciudad that never sleeps.
Y por allí, garitos debajo de las vías con aire de cerveza y tapa/ración, salvando las distancias, of course... Eso sí: una jarra es una jarra cuando el día ha sido largo y caluroso. Aparte, unas costillas con salsa de miel en un país de sushi y mizo saben a res de Texas.
De vuelta, fuí pasto de miradas asesinas cuando haciendo gala del #LHPower me salté un semáforo siguiendo a un joven japones que hizo lo mismo medio metro delante mío... O iban para él las miradas?
Nikko es territorio santo, como una aparición en el bosque Parque Nacional de santuarios budista-sintoistas. Primero te pateas los 2km. desde la estación, pero antes nos refigeramos con la primera comida del día en un lugar poco concurrido por guiris de LH y terrenos anexionados. Nikko es zona interior, por lo que algo de carne entra en el menú. Y una Coke de postre, of course.
Templos? De todos los colores y formas, con todo tipo de barroquidades orientales talladas en madera. En Europa lo levantamos a piedra. Aquí, el trabajo se especializa en detalles artesanos, aunque no quita que los templos puedan tener 7 plantas de altura.
Los nombres hay que buscarlos en la guía: Rinnoji, Taiyuinbio, Futarasan, Toshogu... Con su correpondiente donación a la entrada, sus souvenirs, medallas, etc. Que el misticismo aquí también se cotiza... Alto contenido en color y fauna, y unos dioses vigilantes de templos, guerreros tallados en madera, que bien pueden llamarse precursores del posterior movimiento Manga.
Escaleras, santuarios, purificación, pies descalzos, y mucho sudor y humedad, que en europeo como yo se manifiesta más que en los autóctonos, que parecen inmunes gracias a una toallita que se pasan por la cara continuamente.
Y llega una hora en que sin echarte, van cerrando barracas y te invitan a rehacer camino de vuelta. Llegamos a Tokyo sobre las 19, noche cerrada por estos lares. Pero ello no quiere decir apaga y vámonos, ya que algún barrio de Tokyo de los guays aún sigue vivo. Desde la estación de Tokyo, el International Forum y el barrio de Ginza mantienen sus binding lights de ciudad that never sleeps.
Y por allí, garitos debajo de las vías con aire de cerveza y tapa/ración, salvando las distancias, of course... Eso sí: una jarra es una jarra cuando el día ha sido largo y caluroso. Aparte, unas costillas con salsa de miel en un país de sushi y mizo saben a res de Texas.
De vuelta, fuí pasto de miradas asesinas cuando haciendo gala del #LHPower me salté un semáforo siguiendo a un joven japones que hizo lo mismo medio metro delante mío... O iban para él las miradas?
1 comentario:
Multa por saltarse un semáforo en rojo en Tokyo: 300 yenes (pago por adelantado: 150 yenes).
Multa por saltarse un semáforo en rojo en Tokyo de noche: 400 yenes (200 yenes por pronto pago).
Multa por saltarse un semáforo en rojo en Tokyo de noche siguiendo a un joven: 500 yenes (250 yenes cada uno).
Buen viaje, amigos!!!
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