Si quisiéramos repasar Sabina hasta el día del concierto de un modo medianamente decente, necesitaríamos un contador día a día, y tampoco es eso. Pero algunos detalles siempre me apetecen comentar respecto a este personaje con tantas historias de amor y odio detrás.
Hoy me vienen algunas a la cabeza. La primera es de mi primer concierto de Sabina, en el Campo del Cornellá, hace muuuchos años. Y la historia se reduce a que fue la primera vez que me dejaron un recuerdo en el coche en forma de minúsculos vidrios a cambio de llevarse un RadioCasette, que por no ser no era ni extraíble. Concierto inolvidable, ciertamente. ¿Año? Media oreja a que no habíamos llegado ni de lejos a los 90. De ese concierto recuerdo especialmente la canción del “Joven aprendiz de pintor”, himno que no pasa ni de moda ni de largo, y su adaptación al medio en aquello de “Mola más Cornellá que el Aranjuez de Rodrigo”. Ya tengo un trozo de esta canción escrita en el blog así que por esta vez no la transcribo, aunque la recomiendo porque es una letra muy educativa.
La segunda va por mi valenciana favorita, que tuvo la suerte de conocerlo allà por Perú, donde anda cooperando (también las suelas de mis zapatos te echan de menos) hasta Junio. Todo el mundo sabe que Sabina tiene su Rosa de Lima en ese país, y supongo que a través de amigos y contactos coincidieron por allí en alguna velada.
Paqui no tenía un especial cariño por Sabina, y más de uno la habíamos oído adjetivarlo por delante con tres palabrejas que empezaban por P, C y R debido a su (de él) “reconocida capacidad para ciertas relaciones humanas”. Pero sin dejar de reconocer esa aptitud, esperemos que dejada atrás, tuvo que cambiar sus esquemas tras el trato con esa persona que, supongo que cuando quiere, debe ser de aquellos que “para hacer poesía sólo tienen con mover los labios”.
Terminar con la última en el Novedades de Can Fanga, que permitió alimentar su fama, cuando la noche del segundo o tercer concierto (no se cual, pero era el mio) tuvo una indisposición que le hizo prolongar su estancia en Barcelona un día más. Como os podeis imaginar, la rumorología sobre su indisposición llegó a todos los terrenos: los sospechados y los insospechados.
Himno? Que no falte! Aunque la del Aprendiz de Pintor me apetece siempre, la que me estoy tarareando, menos habitual y muy clásica, siempre está “en el candelabro”. ¿Qué voy a hacerle yo?
Sólo cumplo años los años bisiestos que acaban en dos
Gasto más que gano, vivo con lo puesto menos un botón,
No tengo costumbre de guardar la ropa si voy a nadar,
Nunca le hago ascos a la última copa ni al próximo bar,
Vendí por amores y no por dinero mi alma a Belcebú
Y de las dos majas de Goya prefiero la misma que tú.
¿Qué voy a hacerle yo,
si me gusta el güisqui sin soda,
el sexo sin boda,
las penas con pan?
¿Qué voy a hacerle yo,
si el amor me gusta sin celos,
la muerte sin duelo,
Eva con Adán?
Opino con Sade que al deseo los frenos le sientan fatal,
Nunca entiendo el móvil del crimen, a menos que sea pasional;
Si estrené algún himen, si rompí algún plato en mi mocedad,
Hoy, ya retirado, sólo robo y mato por necesidad.
Siempre que la muerte viene tras mi pista me escapo por pies,
Hay que estar al loro si eres trapecista y saltas sin red.
¿Qué voy a hacerle yo,
si me gusta el güisqui sin soda,
el sexo sin boda,las penas con pan?
¿Qué voy a hacerle yo,
si el amor me gusta sin celos,
la muerte sin duelo,
Eva con Adán?
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