Todo el mundo que nombra Logroño termina hablando de la calle Laurel, incluso un servidor. Ahora podré hacerlo con conocimiento de causa: ambiente, y sobretodo bebida y comida entapada, enracionada, enmontaditada.
Un sábado de agosto en la plenitud de las vacaciones muestran su apogeo de gente y de repertorio.
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