Sí. Era una pachanga de jueves, uno de esos últimos reductos que hacen de tribu de Asterix en lo que a partidos de fútbol se refiere. Puede que mi última volea real fuera aquella del campo del Hospitalet Atlético una de esas mañanas de domingo a las ocho y en la salida de un corner, en un balón que me cayó del cielo y que acabo en la red, pero que no acabó en gol porque ese domingo estaba arbitrando el tío con la oreja más fina que he visto vestido de negro, que me oyó decir "quietos, quietos"...
Estamos en esa etapa en la que marcamos esas cosas que puede ser la última vez que haga, como aquel partido de futbol once medianamente serio en campo del Espluguenc, que acabamos diez en esa estepa de campo, y que he dejado escrito para no olvidarme de ello. El que he puesto en la web era más amistoso que real, aunque supongo que fue más el último. O como ese gol que no he dejado escrito en ese mismo campo, en el que me atreví a subir al ataque a mis cuarenta y muchos años y que acabé rematando como hacía cuando tenía veinte. O ya puestos, con ese balón salvado bajo palos en el que volé como un portero para sacar un balón en un uno contra uno ante un delantero. Y ya dejadme acabar con ese día contra el Espluguenc en el que me tuvieron que cambiar porque de un golpe inintencionado un contrario me pusó un ojo como un tomate, y me cambiaron porque no veía nada. Esa semana, gafas de sol aunque hizo un tiempo nublado de perros. No había selfies para inmortalizarme pero estaba de película de Terence Hill y Bud Spencer.
Termino con un titular de Fernando Torres que visualiza este sentimiento con el tema futbolero.
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