El accidentado Espanyol-Barça del sábado debería servir para algo más que acumular agravios. Por ejemplo, para dejar de llamar "aficionados radicales" a delincuentes que, además, se interesan por un equipo determinado. La radicalidad de una afición no debería medirse por su capacidad destructiva. No nos engañemos: lo que ocurrió en Montjuïc fue la consecuencia de la actividad delictiva organizada (y anunciada) de un grupo de personas que no fueron eficazmente reprimidas por los responsables - públicos y privados- de mantener la seguridad de la mayoría civilizada.
Eso, eso: no reprimamos que podemos causar traumas!!!
Contrariamente a lo que pueda parecer, en materia de violencia el deporte profesional ha mejorado mucho pero sigue sin encontrar soluciones a todos los problemas que arrastra desde hace décadas. La ambigüedad organizativa (el Espanyol no es propietario sino inquilino de Montjuïc), la asunción de costes que nadie quiere asumir (los despliegues policiales se pagan con dinero de todos) y la tácita aceptación de la presencia de bandas organizadas como mal menor de una afición que globalmente se comporta propician situaciones como las del sábado.
Como en casas de alquiler, nunca sabes hasta donde debe llegar el propietario y donde el inquilino. Eso sí, personalmente opino que, si hay actuaciones multitudinarias, mñas allá de la seguridad de los organizadores, nunca debe estar de más la presencia de las fuerzas del orden. Sin ir más lejos, los seguratas del campo del Espanyol, menos represivos, lo que tú quieras. Solo bastaba con mirar la cara de alguna de las que, en teoría debe velar por nuestra seguridad.
En la ultima invasion que recuerdo, de celebracion de UEFA en final de Liga, su papel se redujo a las siguientes acciones:
Salvando las distancias, este tipo de violencia reproduce los vicios de otras más destructivas. En el ámbito del terrorismo, que suele recurrir a eufemismos ideologizados para justificar su terrible negocio de extorsión y muerte con la misma desvergüenza con la que algunos se envuelven en la bandera de un club, también se necesitan estructuras concéntricas que lo fomenten.
Sí, pero aunque salves las distancias, meter aquí el terrorismo es demasiada distancia.
La inoperancia policial o las lagunas jurídicas, por supuesto, pero también la inducción y la colaboración (pasiva o activa) para que se produzcan situaciones de ejecución (lanzamiento de una moto en la grada, asesinato de un niño con una bengala o reyertas a navajazo limpio dentro y fuera del campo).
Ojo con inducción y colaboración: cuando a uno lo tiran a la vía del Metro no vamos diciendo que el Metro fomenta la violencia. Y me vuelvo a poner de fiebre del sábado noche pasado cuando habla de "asesinato de niño con una bengala". ¿Inducción de Sarriá o del fabricante de bengalas? Anda Ya!!!!
A menudo, y para fingir cierta toma de conciencia después de incidentes como los del sábado, se refuerzan controles y, como en el caso de los aeropuertos, se acaba fastidiando a quienes llevamos décadas acudiendo al fútbol con total civismo. Cacheos poco eficaces y humillantes, controles arbitrarios, trato chusquero y toda clase de limitaciones a la hora de servir un simple refresco trasladan la culpa a los inocentes y masifican la prevención hacia una mayoría civilizada en lugar de ensañarse con la minoría delincuente. Luego aparecerán los directivos presumiendo de circuitos cerrados de televisión y otros juguetes que, a la hora de la verdad, sólo sirven para detener a alguien y, al cabo de unos días, volver a sufrirlo a causa de la impunidad y la indefensión en la que sigue instalada el sistema.
Eso, por supuesto, va mucho más allá del fútbol. Si la justicia los suelta no va a ser culpa de que las cámaras lo graben.
El sábado, la primera reacción de todos fue echarle la culpa a otro, fingir no haber visto nada o suspirar con cara de fatalidad. Laporta se desmarcó de los violentos y reivindicó sus esfuerzos por alejarlos del Camp Nou.
No le niego su batalla, pero renegar de gente que va al futbol con la bandera y el escudo de su equipo no es suficiente. Siguen teniendo el problema, aunque no hagan sus actuaciones en el Nou Camp. Si yo tuviera que enmerdar alguna casa, la mía sería la última.
Sánchez Llibre y Tomás cayeron en la trampa emocional del victimismo arbitral para vehicular su inquietud y frustración.
De buen rollo y aunque parezca que siendo los míos me los quiero saltar, ésta me la tienen que explicar: ¿Qué tiene que ver con la violencia?
En cuanto a los jugadores que salieron a saludar a los violentos, su gesto está siendo interpretado con severidad, aunque conviene recordar que, durante el partido, esos violentos fueron los únicos que les animaron mientras el resto del estadio, perfectamente civilizado, se dedicaba a insultar al Barça.
Sin aprobarlo, ahora resultará que los indios malos eran los que le decían a Laporta cual era su afición, o al menos la que en ese momento le estaba representando. Efectivamente, Laporta: es tu afición en el momento en que los jugadores de tu equipo se dirigen a ellos cuando marcan un gol, por mucho que tu reniegues de ellos. Tus jugadores no lo hacen...
En un contexto de progreso, pues, es urgente que los jugadores dejen de simpatizar con minorías violentas (a veces los tratan mejor que a un niño que se acerca a pedirles un autógrafo). Pero eso no será suficiente si el comportamiento de las mayorías presuntamente cívicas - del Espanyol, del Barça y de todos los equipos- no cambia y entienden que animar a los tuyos no tiene por qué significar insultar al rival ni regodearse en ese tono de permanente, peligrosa e incendiaria agresividad.
Creo que hay mucha distancia entre el insulto a coro en un campo de futbol y el lanzar bengalas contra la gente. Porque igual todos los que hemos matado marcianitos en las máquinas de los bares somos psicópatas.
En general, me repatea que se piense que esos violentos en los estadios lo son gracias al futbol. Si el entorno de la gimnasia rítmica fuera un marco apropiado, allí los veríamos a todos lanzando bengalas.
1 comentario:
De los millones de cosas que se podrían decir, yo digo tres:
1. Que todos los palos que han tratado de quitarse el muerto de encima desde el sábado aguanten la vela de su responsabilidad, porque todos la tienen: las directivas de Espanyol y Barça, la seguridad privada, los Mossos, algunos jugadores culés... De los boixos ni hablo porque es evidente.
2. De entre todos, para mí, el más culpable es el genio al mando de los Mossos. ¿Pero cómo se puede permitir que entraran al campo, con el espectáculo que estaban montando, en lugar de mandarlos a la trena? Señor Sauraaa...
3. Vivimos en un país de locos en el que los impuestos de un ciudadano sirven para pagar una policía que, en lugar de proteger al ciudadano de los violentos, protege a los violentos para que puedan, con toda comodidad, tirar bengalas a la cabeza del ciudadano.
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